sábado, 10 de abril de 2010

De "pascuillas", pulpeiras de carballiño y rodillas esguinzadas...


Empiezo a pensar que cuando no tienes un buen día, cuando tus hormonas te cantan a gritos las virtudes del sofá, cuando tu cuerpo tiene pocas ganas de fiesta, lo mejor es que le hagas caso, aunque tu sofá sea un matacuerpos y esté una noche de escándalo. Por qué lo digo? porque yo no lo hice, y las estoy pagando.
Resulta que nos llamaron unos amiguetes para ir a tomar un pulpo a la "pascuilla" de Padrón. Le llaman así al fin de semana siguiente a la Pascua, que se celebra por todo lo alto. Uf, no me apetecía nada coger el coche y tirar para allá a las once de la noche, y conducir de vuelta después. Dudé hasta el último momento, me tiré un rato en el sofá para convecerme de que era la mejor opción... pero me di cuenta de que no (ya no sabía cómo poner la espalda y la tele tenía toda la pinta de haberse estropeado otra vez, no ponían nada que se pudiera ver...), así que al final fuimos allá.
El pulpo de aquella mujer estaba de escándalo, aunque tuvimos que apagar el fuego del pimentón con un buen vino de Barrantes, si no aquello prometía arder toda la noche. Tierno, sabroso...ummmmmm! que todavía me relamo. Así que mi humor se puso de gala y parecía que lo íbamos a pasar bien, con conversaciones variadas (trabajo, política, EREs..."parecemos uns vellos", dijo Oscar) y risas.

Luego nos paramos ante el palco de la Philadelpia, el plato fuerte de la noche de verbena. Porque en esta tierra nuestra el nivel de la fiesta se mide por el caché de la orquesta de turno, es así. Y esta, sin ser la Paris ni la Panorama, parece que no les va a la zaga, según los entendidos, que abundaban a mi alrededor, todo hay que decirlo.
El caso es que allí estábamos, cantando y brincando un repertorio que iba de Nacha Pop hasta la Quinta Estación (sin pasar por Bustamante, gracias a Dios, al menos en aquel rato), cuando por mi flanco izquierdo asomaron embistiéndome dos cachalotes de interior (aquellos si nadaban en algo era en alcohol) cayendo sobre mi rodilla izquierda, que describió de repente una curva digna de una gimnasta artística, a contrapelo. Es decir, crac-crac, y volvió a su sitio. Lo que ya no volvió a su sitio fue mi sistema nervioso. La sensación (y el dolor) fue tal que mi cerebro empezó a imaginarse rodillas rotas, huesos al aire y demás escenas gore, haciendo que el pulpo que había cenado se pusiera patas para arriba. Lo siguiente fue un remolino de gente a mi alrededor, un pitido insoportable en los oidos y chirivitas en los ojos. Y alguien que decía "agárrala que se cae". En fin, que me desmayé, allí, delante del palco de la Philadelphia. Supongo que para ellos fui la primera fan con lipotimia por la emoción! bueno, eso si se enteraron, que creo que no.
Fueron dos segundos, me recuperé bastante rápido, me senté al pie del cruceiro (todo muy enxebre, ya veis), y poco a poco me fui tranquilizando. Me di cuenta de que no había nada roto, y ya me sosegué, pero estuve un rato sin poder hablar, como si no tuviera aire suficiente... uf, que pobre yo, vaya! Y luego aun se me acercó el marinero de agua dulce que casi me mata a hacer recuento de los daños, copa en mano y sonrisa imperturbable, aunque alcohólica, en la boca. Y acusándome de haberle casi roto la espalda! En fin, un despropósito.
¿Y qué salió de todo esto? Una visita a las urgencias del hospital de turno por si acaso (siempre hay una primera vez para todo...) que se merecen por méritos propios (y porque me encontré a mi hermana en el box de alado) un post aparte; y un diagnóstico predecible: esguince de rodilla izquierda. Y a pasar cinco dias por lo menos con la pata en alto, con esta primavera maravillosa y este sol...

En fin, que ya veis, al final lo estábamos pasando bien, y mira tú.
Estas pequeñas cosas de la vida que dan pa contar luego en el blog...

1 comentario:

  1. A tu apasionante relato solo puedo añadir "Miña probe"....q mala"pata"...
    Mañana parliamo

    ResponderEliminar